jueves, 6 de mayo de 2010

"Que se cambie todo, que no quede ni uno solo"


A poco de cumplirse cien años de la Reforma Universitaria de 1918, el alumnado del siglo XXI no consta aún de aquellos derechos otorgados luego de la ardua lucha que derivó en cambios supuestamente radicales dentro de la educación tanto superior como de niveles menos avanzados dentro de la Argentina. Esta situación hace pensar que, una vez más, el pueblo se regocija de un triunfo que no fue tal.
Ya en el año 2010 los estudiantes universitarios no pueden jactarse de muchos de los logros supuestamente obtenidos por sus compañeros de principios del siglo XX. Las universidades nacionales no cuentan aún con el desarrollo pleno de sus obligaciones para con ellos, y los ejemplos son la principal base de esa afirmación y el principal argumento.
Apoyándome en la utilización como ejemplo de la casa de estudios a la que concurro, se encuentran varias diferencias en cuanto al ideal de lo que los reformistas pretendieron y creyeron lograr. Entre esos puntos (o triunfos) cabe destacar el incumplimiento de tres de ellos como son las cátedras paralelas, el concurso público y la periodicidad de la cátedra.
Se puede corroborar el incumplimiento de esos tres pilares de la educación democrática en la Universidad Nacional de La Matanza: Existencia de un máximo de tres cátedras por cada materia ofrecida, un cuerpo docente “vitalicio” y muchas veces parte del mismo alumnado y la enseñanza de temas viejos o no-actualizados, son ejemplos de una educación que todavía no se adaptó a lo pautado en aquellos años de lucha.
Como dijera Rogelio Alaniz, historiador y docente de la Universidad del Litoral (fundada a partir de la Reforma del ’18), “la reforma universitaria se hizo para estudiar mas y mejor”, aunque en la actualidad ese deseo que pretendía convertirse en realidad no parece tener oportunidad de concretarse mientras las casas de altos estudios continúen con algunos vicios de la educación autoritaria y “católica” de aquellos tiempos.
Una vez mas el pueblo argentino carece de memoria y parece olvidar “los laureles que supimos conseguir”, estancándose y disfrutando de un triunfo que está incompleto y que no termina de afianzarse, un triunfo que aún no es definitivo como tantas otras victorias a medias de las que la población se jacta. Así como ese canto de 2001 no logró que se vaya nadie, “el Grito de Córdoba” tampoco termina de escucharse.

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