domingo, 18 de julio de 2010

Hijos de la “Libertad” pero criados con cadenas

La caída de las últimas dictaduras militares en Latinoamérica y del muro de Berlín en la década del 80, abrieron un panorama de democracia e igualdad en prácticamente todo el mundo, pero esto no significó que los problemas cotidianos sean resueltos con mayor velocidad o que el trato entre hermanos sea equitativo y el reparto económico igualitario, sino que sirvió de excusa para establecer un mapa de dominados y dominadores, de “globalizados” y “globalizadores”, de eternos sometidos y eternos “sometedores”.La globalización económica y tecnológica no podría desarrollarse sin la existencia de medios avanzados de comunicación que intercambian información a tiempo real y transmiten mensajes en el Congo al mismo tiempo que en Tucumán, y el desarrollo de Internet es una de las grandes claves para este proceso que crece exponencialmente año tras año.Pero no todo es tan ideal ni tan rosa en el mundo globalizado. La idea de igualdad y fraternidad solo queda sentada en el lema de los revolucionarios franceses, y la (falta de) libertad también se ve afectada en este nuevo contexto mundial.
Absolutamente todo está regido por motivos económicos y por las ansias de crecimiento propio, ajeno a los problemas de los demás y el egocentrismo lidera las actitudes de las grandes potencias, así hablamos de “globalismo” como “el manejo de países como empresas” (según el texto “¿Qué es la globalización?) y eso se refleja en los altos índices de corrupción que se sospecha de cada presidencia.El intento de “apertura” no hace más que encerrar a los más chicos, encadenarlos a su propio destino que solo puede cambiar para peor. La globalización cae con todo su peso sobre los pobres obligándolos a ceder o a hundirse en una pobreza mas profunda.
Los medios de comunicación manejan el ritmo de la vida de las personas a gusto y piacere, y no hay que olvidar que estos medios son nada más que empresas, por lo que sus objetivos tienen todos algo en común: el beneficio propio aunque se perjudique a un tercero, en este caso la población en general.
Igualmente no se pueden negar las ventajas de esta eliminación de fronteras y los beneficios de una comunicación global. No se puede olvidar que catástrofes naturales como el huracán Katrina o el terremoto en Haití fueron tapa de todos los medios y la ayuda internacional no se hizo esperar, aunque también se puede contraatacar esa versión entendiendo que la falta de desarrollo económico de esas naciones es otro factor por el cual siempre van a depender de la ayuda del otro, y si “el otro” no quiere ayudarlos estarán condenados a seguir creciendo con cadenas en los pies.

"¿Quién nos habla aquí de olvido?"

En abril de 1982 comenzó el principal conflicto bélico internacional en el que Argentina estuvo involucrada en los últimos 50 años. El contexto socio-político y económico tenía al pueblo encadenado y sumiso a todas las decisiones que vinieran desde el Comandante en Jefe de turno, y los medios de comunicación no fueron la excepción. “¿Quién nos habla aquí de olvido?”, ¿los medios quizás? Antes, durante y después de la guerra de Malvinas se produjo en el territorio argentino un silencio, una calma, un ocultamiento de información y una censura exagerada que no permitía a la prensa realizar un trabajo digno. Se sabe que quienes cumplieron con su deber ético y moral hoy están exiliados o desaparecidos, pero este es un tema aparte que merecería otro análisis. A pesar que la guerra del Atlántico Sur era apoyada por todo un pueblo sometido y persuadido por la Junta Militar, los medios de comunicación alteraban la verdad para poder mantener esa euforia inicial y, sobre todo, para que sus jefes de turno (no los jefes de redacción, ni editores, ni productores, sino los jefes de las Fuerzas Armadas) pudieran respirar e intentar continuar en el poder. Títulos como “vamos ganando” o “las Malvinas son nuestras” abundaron tanto en medios escritos como audiovisuales. Pero no hacía falta ser muy precavido para darse cuenta que todo era una mentira. Cualquier persona con experiencia militar sabía cuál era la verdad en las islas sin necesidad de estar allí, pero el periodismo continuaba insistiendo con el triunfo nacional y la recuperación exitosa de las islas del sur. Al finalizar el conflicto se supo que los titulares ambiciosos no eran leales a la verdad y que cientos de jóvenes fueron diezmados en aquella zona helada, pero ni siquiera con el resultado negativo “en mesa” los medios reconocieron sus errores, sino que, bajo orden del gobierno de facto, “había que evitar que se derribara el mito del heroísmo y grandeza de nuestros mandos y acallar las quejas sobre el hambre, el frío y las cobardías”, según Rodolfo Balmaceda, veterano de guerra. Dada la orden de guardar silencio sobre el caso Malvinas, los medios informativos no dudaron en acatar el mandado al pie de la letra provocando no ya mala información en el pueblo, sino desinformación, lo cual no implica enterarse de cosas erróneas sino ni siquiera saber lo que había sucedido, coartando el derecho a la información de toda la población. Así, “los soldados que combatieron en Malvinas regresaron casi de contrabando, en el mayor y más de los hostiles de los silencios, con prohibición de hablar y, sin desfiles y demostraciones populares” (R. Balmaceda en “La Argentina Indefensa”), algo que seguramente no hubiera sucedido de haber ganado y algo que seguramente no sucederá si el seleccionado de fútbol gana la copa del mundo en Sudáfrica, porque los argentinos son los mejores en las buenas y en las malas se refugian en un manto de silencio que comienza siempre por la opinión de los medios masivos de comunicación.

martes, 22 de junio de 2010

Contradicciones del pensamiento moderno

Sin dudas que la década del 70 fue de las mas terribles vividas por la sociedad argentina y por toda Latinoamérica. Pero dentro de lo terrible siempre surge algo positivo que intenta contrarrestar los embates del miedo. Aquella época fue abundante en terror, en violencia, en destrucción, pero también en ideas, revoluciones y luchas justas. ¿Acaso por eso la generación de los 90 debería someterse a los setentistas y permanecer estáticos ante la suposición de que ya está todo ganado y que no hay mas nada por lo que pelear?

En su artículo “Los 70 vs. los 90”, el filósofo moderno mas comercial de nuestro país, José Pablo Feinmann, planteó diferencias tajantes entre una generación y la otra, aludiendo que “ellos” son mejores que la nueva juventud porque siempre lucharon por todo lo que desearon y siempre les tocó perder (cabe destacar que José Pablo no es un desaparecido ni un héroe, es un simple filósofo). Lamentablemente para él y para su generación, hay que plantar las diferencias entre los contextos socio-culturales y económicos y entender que “su” época era demasiado diferente a esta y que si bien la lucha por la democracia fue ardua y el país está cumpliendo el período mas extenso de gobiernos democráticos en su historia (27 años consecutivos sin gobiernos de factos), esa pelea forma parte de un pasado casi lejano que hay que admirar y utilizar para poder sentar un futuro.

La juventud de los 70 no luchaba solo intelectualmente, sino también físicamente. Ellos no tenían poder de decisión ni tampoco libertad de pensamiento. Las noches de bastones largos y de lápices no fueron historias contadas como leyendas para asustar a jovencitos con aires revolucionarios. Todo eso existió, sucedió, en este territorio pero hace treinta años. Reconocer el pasado es útil en la medida que podamos utilizarlo para forjar el futuro, y eso es lo que la generación del 90 está haciendo.

Las luchas son muy diferentes, el contexto de democracia y libertad lo cambia todo, aunque la relación del Estado encadenado al poder celestial del dólar y de las grandes empresas no haya cambiado demasiado. Los debates se centran mas en la razón que en la acción, y no está mal creer que la violencia es incorrecta en un mundo que cambió radicalmente su pensamiento a partir del triunfo del liberalismo (aunque el principal representante de este modelo económico-hegemónico continúe invadiendo países lejanos e impartiendo “justicia” por mano propia o “a pedido”).

En el presente hay que destacar que esta juventud, que para JP “ni siquiera tiene una época propia”, ha logrado grandes triunfos y continúa luchando por sus ideales y lo que cree justo. Esta generación y la de los 80 peleó en conjunto (ejemplo burdo quizás para JP) por la sanción de una nueva Ley de Medios, salió a la plaza un diciembre de 2001 a renegar contra sus gobernantes, luchó en la estación Avellaneda y se cayó y se volvió a levantar de sucesivas crisis. Esta generación no es ni mejor ni peor que la “suya”, simplemente hace historia a su manera y en su contexto y continuará peleando aunque sea criticada y atacada.

El fin de los oligopolios privados (¿ahora serán públicos?)

La nueva Ley de Medios fue centro de un debate interminable durante todo el año pasado. La disputa entre los grandes multimedios y el gobierno parecía no tener fin ya que es muy difícil querer conformar a todos en un país donde el dinero siempre fue mucho mas importante que cualquier intento de pluralidad e igualdad. Pero, ¿es realmente esta ley un intento de democratizar los medios de comunicación? ¿O es una perfecta jugada de ajedrez para que el Estado pueda contar con más voces que repartan su discurso?

En la conformación de la ley 26.522 influyeron varios elementos que justificaban su creación, entre ellos el urgente reemplazo de un decreto de la última dictadura que todavía rige en nuestro territorio a treinta años de su “sanción”. Otro elemento de vital importancia era la necesidad de acabar con los oligopolios mediáticos (permitidos por otro gobierno justicialista, y no por los militares), donde unos pocos manejan la información con la que el pueblo argentino desayuna todos los días. Así, luego del conflicto con el campo y de afectarles el bolsillo a unos cuantos poderosos, el gobierno de Cristina Fernández decidió llevar el conflicto al otro sector más rico y concentrado del país: El sector de medios.

La división de los oligopolios comerciales (sean medios de comunicación, cadenas de supermercados o la distribución de trapos rejilla) es sinónimo de mayor competencia y de mayor igualdad. El pueblo pasivo no puede hacer nada para evitar la conformación de alianzas comerciales, la única salida que tiene es comprar y consumir lo que se les ofrece. El Estado nada mas tiene la posibilidad de regular la competencia y es lo que pretende lograr con esta sanción.

Pero, a pesar del repentino cambio de actitud y de ahora estar en contra de los oligopolios luego de otorgar el permiso para la fusión de dos poderosas emisoras de cable, el gobierno anuncia con galas la creación de la nueva televisión digital para todos los argentinos (para todos los argentinos de bajos recursos, el resto deberán adquirir el decodificador por la suma de 500 pesos) lo que no significa mas que el surgimiento de un nuevo oligopolio mediático que será manejado por el Estado.

Entonces, se puede corroborar al menos una de las preguntas planteadas al comienzo de este escrito: La nueva Ley de Medios Audiovisuales es realmente un intento de democratizar los medios de comunicación, ya que buscará la eliminación de los oligopolios, produciendo el surgimiento de nuevos medios y la pluralidad de voces a lo largo y ancho del país. Para responder el otro cuestionamiento se deberá esperar algún tiempo, no se puede prever lo que sucederá con el “multimedio oficial” ya que este es un gobierno impredecible. Quizás este sea el primer movimiento de un rey ambicioso y sin límites o, lo que todos deseamos, la simple puesta al aire de varias señales para competir sanamente contra los contenidos de los medios privados.

miércoles, 26 de mayo de 2010

El que come y no convida...


A pesar que la Argentina tiene un potencial para producir alimentos que satisfagan la necesidad de 300 millones de personas (casi siete veces mas que su población actual), en el país se registra una de las tasas de mortalidad infantil mas alta de Latinoamérica (del 13 por mil) y la muerte de tres niños cada hora por desnutrición. Los políticos venden su imagen apoyados en un discurso que trae soluciones en seguridad, educación y macroeconomía, pero ¿cómo solucionamos el hambre y la pobreza?.
Si se revisan páginas web como redessociales.com.ar o el portal de UNICEF, se encontrarán datos concretos sobre la pobreza en Argentina y en otros países de América Latina y el Caribe. La frialdad de la estadística es tan cruda como la información que refleja y las conclusiones que se pueden sacar. Los gobiernos no encuentran (o no buscan) solución a este tema de nunca acabar.
Históricamente la pobreza es asociada a la falta de trabajo y de contención social por parte del Estado. Y aunque el país haya vivido bajo el mando de sucesivos gobiernos peronistas, no se puede decir que éstos hayan realizado ni un mínimo porcentaje de la labor social del “primer trabajador”, y eso se ve reflejado en el constante aumento de los porcentajes de pobreza e indigencia y en el aumento de las consecuencias que conllevan (inseguridad, drogadicción, deserción escolar, etc.).
Así, el país sufre una de las mayores tasas de mortandad infantil, aunque pueda producir alimentos para darle de comer a siete Argentinas enteras y aunque el gasto para alimentar a un niño menor de seis años no supere los diez pesos diarios. La certeza de esos datos y la obscenidad con que los políticos hacen campañas contra un grupo mediático en lugar de trabajar en conjunto para dar soluciones, dan para pensar en el egoísmo que el pueblo y los representantes sufren (porque el egoísmo es una enfermedad, tanto como la ceguera).
La solución de los problemas no se logran debatiendo la asistencia o no a un país asiático o yendo o no a dar quórum. Tanto opositores al gobierno oficial, como los que apoyan a la Presidente, deberían comenzar a trabajar juntos y a tratar de sacar el país adelante. Argentina tiene 45 millones de personas, de las cuales 20 millones se encuentran en la pobreza total. A nadie se calma las ganas de comer realizando un discurso antikirchnerista en TN, así como tampoco nadie llena sus estómagos mirando partidos de fútbol que le cuestan al Estado 600 millones de pesos (con este dinero se alimentarían a los 260 mil niños menores de seis años desnutridos en nuestro país por casi cien días), por lo que la única solución a este problema es vacunarse, no contra la gripe, sino contra esa enfermedad que es el egoísmo.

jueves, 6 de mayo de 2010

"Que se cambie todo, que no quede ni uno solo"


A poco de cumplirse cien años de la Reforma Universitaria de 1918, el alumnado del siglo XXI no consta aún de aquellos derechos otorgados luego de la ardua lucha que derivó en cambios supuestamente radicales dentro de la educación tanto superior como de niveles menos avanzados dentro de la Argentina. Esta situación hace pensar que, una vez más, el pueblo se regocija de un triunfo que no fue tal.
Ya en el año 2010 los estudiantes universitarios no pueden jactarse de muchos de los logros supuestamente obtenidos por sus compañeros de principios del siglo XX. Las universidades nacionales no cuentan aún con el desarrollo pleno de sus obligaciones para con ellos, y los ejemplos son la principal base de esa afirmación y el principal argumento.
Apoyándome en la utilización como ejemplo de la casa de estudios a la que concurro, se encuentran varias diferencias en cuanto al ideal de lo que los reformistas pretendieron y creyeron lograr. Entre esos puntos (o triunfos) cabe destacar el incumplimiento de tres de ellos como son las cátedras paralelas, el concurso público y la periodicidad de la cátedra.
Se puede corroborar el incumplimiento de esos tres pilares de la educación democrática en la Universidad Nacional de La Matanza: Existencia de un máximo de tres cátedras por cada materia ofrecida, un cuerpo docente “vitalicio” y muchas veces parte del mismo alumnado y la enseñanza de temas viejos o no-actualizados, son ejemplos de una educación que todavía no se adaptó a lo pautado en aquellos años de lucha.
Como dijera Rogelio Alaniz, historiador y docente de la Universidad del Litoral (fundada a partir de la Reforma del ’18), “la reforma universitaria se hizo para estudiar mas y mejor”, aunque en la actualidad ese deseo que pretendía convertirse en realidad no parece tener oportunidad de concretarse mientras las casas de altos estudios continúen con algunos vicios de la educación autoritaria y “católica” de aquellos tiempos.
Una vez mas el pueblo argentino carece de memoria y parece olvidar “los laureles que supimos conseguir”, estancándose y disfrutando de un triunfo que está incompleto y que no termina de afianzarse, un triunfo que aún no es definitivo como tantas otras victorias a medias de las que la población se jacta. Así como ese canto de 2001 no logró que se vaya nadie, “el Grito de Córdoba” tampoco termina de escucharse.

Noticias de objetividad subjetiva

Con el correr de los años y de los conocimientos recibidos, aprendidos y aprehendidos en carreras relacionadas a comunicación y periodismo en todas sus facetas, el alumno adquiere y asimila una forma de relatar los hechos, una estructura ideal en la que su propia opinión no tiene lugar y en la que solo reina la objetividad. Pero en la realidad que rodea a una redacción o a una empresa de noticias, esa objetividad y esos conocimientos pierden autoridad y se entregan a los intereses impuestos por el líder económico de turno. ¿Qué es lo que se toma en cuenta para la presentación de un tema? ¿Cuánta importancia tiene la caja financiera que sustenta al medio?
En la actualidad observamos que los intereses económicos rigen en cada medio y en cada noticia. El duelo entre multimedios Clarín y el gobierno delató esa relación de dependencia al ponerse sobre la mesa la situación de varios empresarios y su relación con cada medio, pero esta situación no es novedosa sino que data de la época menemista y quizás antes. Como dice Pasquini Durán en una nota titulada “La noticia es ficción”, “un medio es un complejo sistema de transacciones”, y esas transacciones vienen dadas por los intereses de las partes y no por presentar la verdad pura y objetiva de las cosas.
“La publicidad en algunos casos es determinante” y el contenido publicado por los medios se ve tergiversado por esas empresas que controlan el futuro económico de cada medio. Entonces la objetividad aprendida en los institutos terciarios y en las universidades pierde todo valor y significado, para convertirse en una subjetividad obligada por un jefe de redacción que se ve forzado por sus “dueños” a contar una realidad poco convincente.
Con todo esto se establece que la noticia no es solo un acontecimiento (un hecho que produce un quiebre en la vida cotidiana), sino que además debe vender (literalmente hablando) para satisfacer no solo al público receptor sino también a la empresa emisora (emisora de recursos económicos). Como dice Durán “la noticia es ficción: está producida en busca de atrapar la atención de la audiencia”, lo que echa por tierra cualquier conocimiento previo que podamos tener sobre la profesión y sobre los ideales de nuestra labor.
La noticia ya no es lo que era, su origen ya no está pautado por criterios de noticiabilidad, la objetividad que acusan los medios autodenominados independientes nunca fue tal. Hoy para que un hecho sea noticia debe cumplir un solo e importante requisito: Vender, captar público y aumentar la caja financiera de quienes sustentan al medio emisor de esa noticia.